Fallece en su Monasterio de Allariz una virtuosa hija de San Francisco: Sor María Amparo.
Se diría que quiso esperar hasta el mes de María, el mes de mayo, para irse a estar con su Señora. Durante toda su vida religiosa en la Orden de Santa Clara, se distinguió por su obediencia, su humildad y su disponibilidad. Servía a los demás con alegría, con esa felicidad que solo la virtud otorga.
Siempre que alguien pasaba de visita por los muros del antiquísimo Monasterio de las RR Clarisas de Allariz, era ella quien atendía y servía a los visitantes en el refectorio. Insistía para que sus huéspedes comieran bien “la comidiña”, que era en realidad, un verdadero banquete.
Hablaba de lo humano y de lo divino: de las monjas, de los sacerdotes y de sus sobrinos.
Servir, servir, servir era su lema, su divisa. Y lo hacía sin vanagloria, sin pensar en si. Por amor de Dios y para en los otros, servir a Dios.
Cuando esta noche, en la multitudinaria Misa en honor a Nuestra Señora de Fátima, en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena de Madrid, fue su nombre pronunciado en el Memento de Difuntos, pensé yo como es verdad que Dios siempre exalta siempre a los humildes.
Sor María Amparo pasó el 13 de Mayo, por primera vez en el Cielo, junto a la Santísima Virgen.
Que ella interceda por su Comunidad, por su familia y por sus amigos.
Gracias Sor María Amparo por su vida, por su entrega generosa, por su servicio humilde y despretensioso..
!Descanse en Paz!
Por José Alberto Rugeles

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